Es una frase que se lanza al aire con total seguridad, aunque pocas veces con fundamentos: “Las mujeres maduran más rápido que los hombres”. La escuchamos cuando la hermana mayor ya no soporta al menor, o cuando alguna amiga se desahoga porque su ex aún actúa como adolescente. Pero ¿qué tan cierto es este cliché? ¿Es solo una excusa para justificar comportamientos inmaduros o hay algo más profundo detrás?
Veamos que dice la ciencia respecto al por qué ese amigo, hermano o pareja que vino a tu mente al leer esto. Más allá de las bromas, hay respuestas que podrían sorprenderte.
¡¡ Ya pues maduraaa!!
La madurez no aparece de la nada; se construye poco a poco. Implica aprender a autogestionarse, tomar decisiones responsables y adaptarse al mundo sin perder la calma. Un ejemplo es claro saber cuándo decir “no” a una fiesta porque mañana tienes que rendir en el trabajo, es decir, el cerebro también juega un rol clave con la famosa “poda neuronal” que elimina conexiones que no sirven, como si borrara fotos viejas del celular para dejar espacio a lo nuevo.
En ese sentido las mujeres partimos primero esa “limpieza cerebral”, lo que es una ventaja, pues permite a desarrollar habilidades como la empatía, el “autogobernarse” y la toma de decisiones.
Asimismo, no podemos olvidar a las hormonas, ya que mientras ellos enfrentan el caos de la testosterona en la adolescencia, ellas ya están acostumbrándose a manejar ciclos hormonales como verdaderas expertas, lo que trae como resultado que, en los primeros años de adultez, nos veamos como siete siglos adelante.
Cierra los ojos y dime si acaso no se te viene a la mente esa imagen clásica de ellos jugando a los manotazos, mientras que en el grupito del lado estamos nosotros estamos conversando acerca del nuevo cosmético que apareció y que compraremos para vernos más lindas.
¿32 vs 43?
Algunos estudios sostienen que las mujeres alcanzan la madurez emocional en promedio a los 32 años, mientras que los hombres lo hacen cerca de los 43. ¿Una regla absoluta? No. Pero sí muestra una tendencia interesante.
Más allá de lo biológico, influyen las vivencias y los roles sociales: históricamente, las mujeres debieron hacerse cargo antes, mientras a los hombres se les permitió extender su “tiempo de juego”. Es como esa amiga puntual que llega media hora antes y la otra que aparece 30 minutos tarde: ambas llegan, pero con ritmos distintos.
Sin embargo, no todo está escrito en los genes. La forma en que nos educan también pesa.
- A las mujeres se les ha inculcado ser responsables, cuidadoras y emocionalmente disponibles.
- A los hombres, competir, ser independientes y muchas veces ignorar lo que sienten.
Estas diferencias culturales moldean cómo y cuándo aparece la madurez emocional.
La buena noticia es hoy el panorama cambia, porque se ven más hombres conectados con sus emociones y más mujeres desafiando roles tradicionales.
¿Sí o No?
Entonces, ¿es mito o realidad que ellas maduran antes? La respuesta es depende y la biología nos da ventaja en el arranque, pero la madurez no es una carrera. Cada quien llega a su “tope” según experiencias y decisiones. Eso sí, si a los 40 alguien sigue en modo adolescente, entre videojuegos y cero responsabilidades, ahí sí conviene una charla seria sobre prioridades.
Guía práctica: cómo convivir con diferentes ritmos de madurez
- Acepta que los tiempos son distintos → No todos avanzan igual; la diferencia puede ser complementaria.
- Hablen claro → Nada de indirectas: si quieres compromiso, dilo.
- Repartan las cargas → La madurez no significa que solo una persona cargue con todo.
- Celebra lo bueno del otro → La empatía de una puede equilibrarse con la espontaneidad del otro.
- Olvida la etiqueta “inmaduro” → Mejor hablar de conductas concretas.
- Espacio para el juego → Madurez también es saber cuándo relajarse.
- Rompan estereotipos juntos → Él aprendiendo a expresar emociones, ella dejando de sobrecargarse.
- Recuerda: no es una competencia → No gana quien madura primero, sino quien logra crecer mejor.
Siempre de Astuta
En el conocidísimo libro “Los hombres las prefieren cabronas”, los consejos son varios para nosotras y éstos tienen un objetivo, mantener la dignidad, seguridad y atractivo en las relaciones. De hecho, no habla de ser “mala” con los hombres, sino establecer límites claros y amor propio.
Aquí algunas recomendaciones del libro:
- Pon límites desde el principio, evita malentendidos y resentimientos. La claridad atrae más que la complacencia.
- Mantén tus pasiones, amistades y proyectos personales. Una mujer plena en su mundo es más atractiva y genera respeto en la relación.
- Evita el sacrificio excesivo: Dar está bien, pero no a costa de perderte. Cuando siempre cedes, se rompe el equilibrio de la pareja.
- Si él cruza un límite, tu reacción debe ser coherente: decir “eso no me gusta” y actuar en consecuencia.
- No esperes que él resuelva tus vacíos. Cuando compartes desde la abundancia, no desde la necesidad, la relación se vuelve más sana.
- No tienes que contar todo de inmediato. Deja que la relación evolucione y que descubra quién eres poco a poco.
- Hacer todo por agradar al otro suele ser un error: el respeto nace cuando se nota que también tienes opinión y voz propia.
- No se trata solo de lo que él da, sino también de reconocer tu valor, tus talentos y tu capacidad de sostener el vínculo.
- Ser cabrona (en el buen sentido) no significa ser cruel, sino tener amor propio y comunicarlo con seguridad y cariño.
- La clave es que cada uno aporte madurez, diversión, respeto y libertad. Ni sumisión total, ni control absoluto.
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