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Algo se está moviendo, aunque a veces con pasos tímidos: cada vez más mujeres se permiten sentir sin pedir disculpas. No solo amar o cuidar, sino también explorar, jugar, disfrutar. La salud sexual ha dejado de ser un asunto médico encerrado en diagnósticos y se ha transformado en una vía hacia el conocimiento propio, el goce consciente y la autonomía. Aunque los prejuicios y los pudores aún merodean como ecos del pasado, muchas estamos aprendiendo a silenciarlos. Porque el placer no es un lujo ni una falta: es parte esencial de estar vivas. Y el cuerpo se habita de otra forma cuando dejamos de pedir permiso para sentir.
La Encuesta Nacional de Salud, Sexualidad y Género (ENSSEX 2022–2023), impulsada por el Ministerio de Salud junto a universidades chilenas e internacionales, reveló un giro significativo: la salud sexual ya no se reduce a lo reproductivo. Hoy se reconoce como un componente integral del bienestar, que incluye el disfrute informado y el respeto por los proyectos personales de cada mujer. Este cambio no solo refleja una transformación social, sino también una expansión de conciencia. Y es ahí, en la mente —ese primer órgano que hay que encender— donde comienza el camino hacia una vida íntima más libre y plena.
Más valor, más contexto
Una vida sexual sana se define como aquella que promueve el bienestar físico, emocional, psicológico y social de la persona en relación con su sexualidad. No se trata solo de tener relaciones sexuales, sino de cómo se vive, se expresa y se cuida esa dimensión íntima del ser humano.
Elementos clave
Una vida sexual sana no se mide por la frecuencia ni por un estilo único, sino por el bienestar que genera. Implica relaciones consensuadas, seguras y emocionalmente satisfactorias, donde el deseo se expresa libremente y sin culpa.
- Los beneficios son múltiples: mejora la autoestima, reduce el estrés, fortalece el sistema inmunológico y promueve vínculos afectivos más sólidos. En definitiva, una sexualidad saludable no exige cumplir con estándares, sino escuchar el cuerpo, respetar los propios ritmos y disfrutar sin miedo.
- Consentimiento y respeto: Toda actividad sexual debe ser consensuada, libre de presiones, y basada en el respeto mutuo.
- Autoconocimiento: Implica conocer el propio cuerpo, los deseos, límites y necesidades, lo que permite tomar decisiones informadas.
- Seguridad: Incluye el uso de métodos anticonceptivos y la prevención de infecciones de transmisión sexual (ITS).
- Placer compartido: El disfrute mutuo es parte esencial, sin culpa ni tabúes.
- Comunicación abierta: Poder hablar de deseos, fantasías y preocupaciones con la pareja fortalece la conexión y la confianza.
- Diversidad y libertad: No hay una única forma “correcta” de vivir la sexualidad. Cada persona y pareja define su estilo, frecuencia y ritmo según lo que les haga sentir bien.
En Chile las cifras muestran de más de 20 mil adultos, 74 % considera que tiene una vida sexual buena o muy buena, destacando entre los 30 y 39 años, seguidos por los de 40 a 49 años.
Entre otros datos se estima que la edad mediana de inicio sexual es 17 años; que el uso de preservativo en la primera relación: aumentó del 12 % en 1998 a 58 %, y el uso de anticonceptivos femeninos del 23,5 % a 65,8 %. Asimismo. la “educación sexual chilensis” está mal evaluada: 44,7 % la califica como mala o muy mala; 68,8 % nunca habló de sexualidad en casa durante la infancia.
Género y satisfacción sexual
En el grupo 18–29 años, 83,4 % de hombres vs. 82,6 % de mujeres califican favorable su vida sexual; pero los hombres otorgan una nota promedio mayor (5,3 vs. 4,8)
Estas diferencias invitan a repensar cómo cada género experimenta y expresa sus necesidades sexuales, incluyendo barreras como violencia sexual, educación insuficiente y vergüenza social.
Una ventana, no un límite
La menopausia (45 a 55 años) no marca el fin del deseo, aunque muchas veces se la asocie con el cierre de una etapa. Lo que realmente ocurre es una transformación: la disminución de estrógenos puede provocar sequedad vaginal, sensibilidad en las relaciones sexuales y una baja en la libido. Pero lejos de ser una condena, estos cambios invitan a explorar nuevas formas de intimidad, a reconectar con el cuerpo desde el cuidado, la comunicación y el placer sin prisa. La sexualidad en esta etapa puede volverse más libre, más consciente, más auténtica, si se deja de mirar con miedo y se empieza a habitar con curiosidad.
Por su lado la andropausia (50 a 60 años), aunque menos visibilizada, también trae consigo modificaciones en la vida sexual masculina. La caída progresiva de la testosterona puede traducirse en una disminución del deseo, erecciones menos firmes y una respuesta sexual más lenta. Sin embargo, esto no significa que las “ganas” se esfumen, sino que se transforman. Redefinir la sexualidad en esta etapa implica soltar la exigencia del rendimiento y abrirse a una experiencia más emocional, más conectada, más real.
Manos a la obra
Desde la sexología, debemos decir que el clítoris conserva su sensibilidad y la respuesta orgásmica sigue intacta. El deseo puede reactivarse con nuevas formas de estimulación, juegos previos más largos y apoyo de lubricantes a base de agua o siliconados.
También existen tratamientos médicos efectivos, como la terapia hormonal de reemplazo (THR) en casos seleccionados, que ayudan a disminuir síntomas y mejorar la vida sexual.
La Andropausia también hace que la erección puede requerir más estimulación que en la juventud, pero no desaparece la capacidad de disfrutar. El orgasmo cambia: a veces menos intenso, con menos volumen eyaculatorio, pero sigue siendo placentero.
Ellos también pueden utilizar una terapia de reemplazo con testosterona (bajo supervisión médica), junto a estrategias sexológicas (explorar juegos previos, comunicación con la pareja, fantasías y uso de dispositivos como bombas de vacío o anillos constrictores).
En el fondo esta etapa invita a una sexualidad consciente, es decir aprender a disfrutar con tiempos más pausados, mayor comunicación y juegos que fortalezcan el vínculo. Cabe señalar que Terapias sexológicas y médicas combinadas, ayudan a muchas parejas mejoran radicalmente al trabajar con un equipo que incluya ginecólogos, urólogos, endocrinólogos y sexólogos.
Reactivando la llama
Caricias intencionales
Sin buscar un fin sexual, fortalecen vínculo, liberan oxitocina y estimulan el sistema nervios.
Programar encuentros eróticos
Planificar un encuentro como una cita ayuda a reactivar la pasión, escapar de la rutina y redescubrirse.
Reenfocar el sexo como exploración emocional, no meta: “el placer no se mide en tiempos o en números”.
Exploración de los sentidos
Juega con olores, texturas, sabores y sonido. Sábanas de seda, plumas, hielo o aromáticas, fomentan sensualidad.
Masajes eróticos con intención
Usando aceite tibio (sándalo, patchouli, ylang-ylang), alternando sus manos, respiración y mirada.
Juegos imaginativos y fantasías
Lean juntos literatura erótica o escriban fantasías, cuentos o escenarios deseados.
Roles y estimulación variada
Juegos de roles, exploración de zonas erógenas olvidadas (palmas, nuca, pies), fantasías compartidas.
Uso del olfato y química natural
En lugar de olvidar el olor corporal, reconquistar nuestra química natural puede intensificar la atracción.
Juegos con temperatura, texturas, sensualidad cotidiana
Conviertan el día a día en momento erótico, resistencia al sexo utilitario.
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