Dos casos de violencia vicaria estremecen al mundo. El más conocido es el de Olivia y Anna, asesinadas por su padre Tomás Gimeno para vengarse de su ex esposa, madre de las niñas. Pero, el caso de Yaiza, pasó desapercibido. La niña de cuatro años murió a manos de su propia madre, Cristina Villar.
El 31 de mayo de 2021, Cristina Villar drogó a su pequeña hija Yaiza con un potente fármaco. Al día siguiente, la niña estaba inconsciente, pero aún con vida. Sin embargo, su madre, en lugar de detener su macabro plan, decidió asfixiarla hasta la muerte con una bolsa de plástico.
Era un elaborado plan el de Cristina Villar. Después de matar a su hija Yaiza, supuestamente, se quitaría la vida. Pero falló en la cantidad de pastillas que ingirió. La abuela de Cristina las halló inconscientes y llamó a emergencias.
Plan macabro
Los paramédicos lograron reanimar a Cristina, pero la pequeña Yaiza murió a manos de su propia madre.
No fue un acto impulsivo. Cristina Villar declaró más tarde ante las autoridades que tenía al menos dos meses planeando la matar a su hija con el único objetivo de hacer sufrir a su ex pareja, Sergio, el padre de Yaiza.
Es un caso poco común. La violencia machista es un problema real, pero cuando es la mujer la que ejerce el control sobre su pareja y llega la extremo violento de matar, los análisis se complican.
De hecho, pese a que el caso de Olivia y Anna fue casi simultáneo con el de Yaiza, los medios no le dieron cobertura. Tampoco las autoridades ni los políticos manifestaron su preocupación en el caso de Yaiza como en el de Anna y Olivia.
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Esto generó indignación en la familia paterna de Yaiza, especialmente en Sergio, padre de la niña asesinada por su madre.
Cartas de violencia vicaria
Según reseñó en exclusiva el diario español El Mundo, Cristina dejó al menos cinco cartas. Estaban dirigidas a sus padres, abuela y a Sergio.
«Dinero para mi madre», era una de las misivas en una caja cerca del cadáver de su hija. En su interior, un colgante y una tarjeta Visa con un post it en el que ponía: «Saca el dinero que queda. Pin XXXX», consigna El Mundo.
Junto a la caja, con igual meticulosidad, fue dejando tres sobres verdes y uno blanco. En el primero, también destinado a su madre, escribió: «Espero que puedas perdonarme. Te queremos».
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Otro de los sobres estaba destinado a su abuela. «Para mi abuela, que la quiero mucho. Lo siento, yaya».
Y uno, develaba su intencionalidad. Estaba dirigido al padre de Yaiza. «Para Sergio, el culpable de todo esto. Gracias. Porque has hecho que me quite la vida, pero vas a llorar la muerte de tu hija. La última palabra la tienes tú. Decide si la entierras o la incineras».
En la carta para su abuela, trataba de explicar su abominable plan. «Quiero que pague por ello. Por todo el sufrimiento que yo he pasado. No se la voy a dejar».
Cristina Rivas asesinó a Yaiza el lunes 31 de mayo, en Sant Joan Despí, un mes después de que Tomás Gimeno desapareciese con sus hijas Anna y Olivia, de 1 y 6 años, cuya búsqueda ha recibido, como es natural, todo tipo de atenciones mediáticas, sociales e institucionales.
Incomprensiblemente, reseña El Mundo, la muerte de Yaiza, pasó prácticamente desapercibida ante los medio. La Generalitat de Barcelona tardó ocho días en ponerse en contacto, en privado, con Sergio, el padre. Y sólo la presidenta del Parlament, Laura Borrás, escribió un tuit público de respaldo y condolencia..
